jueves, 26 de mayo de 2011

Que construyas una escalera a las estrellas y subas un peldaño cada dia

En una oportunidad, cuando era pequeña, mi abuelo Ramón notó que me aquejaba cumplir años, entonces sentados los dos: el en la cabecera tomando mate y yo al ladito apenas apoyando mi pera en la mesa, me explicó que la vida es como un centímetro (de esos que se usan para medir cosas). Quisiera recordar con precisión que edad tenía el en ese momento, pero me acuerdo que dijo que le quedaban ya pocos centímetros para llegar al metro. Entonces, me aconsejó que lo mejor que puedo hacer es disfrutar cada año de mi vida como si fuera el último. Agarraba el centímetro y me mostraba con sus deditos arrugados, un poco temblorosos, todo lo que me faltaba recorrer. Mi expresión fue como de sorpresa. Aquella enseñanza estaba ahí, faltaba que alguien me la explicara y que mejor que de esa forma. Ya pasaron algunos años de ese momento, y pienso que algunos centímetros los atravesé corriendo, a veces con miedo y a veces sin darme cuenta. Hoy mido 20 centímetros y algunos milímetros, y no sé cuanto más me extenderé. Lo único que sé, es que el que para a descansar en el camino de los azares y desafíos, es el que quiere morir.

viernes, 13 de mayo de 2011

Altanero y atractivo

Balcones sobran y hay para todos los gustos. Para aquellos que curosean, a los meditadores que se asoman y degustan del abismo, escenario de lectores, para los filósofos que necesitan inspirarse en el aire, espacio de grandes confesiones, tardes de mate y estudio al sol o mañanas grises de café. Quizás sea el mejor lugar para contemplar las noches tormentosas, quizás sea el sitio indicado para las declaraciones o rupturas amorosas. Varios eligen este sitio para criar plantas, otros prefieren plantar un buen chulengo del que seguramente saldrán ricas y anecdóticas parrilladas con gusto a fin de semana. Hay quienes ponen hamacas paraguayas y de este modo buscan relajarse en las siestas de verano, hay quienes ponen mesas y sillas porque allí es donde permanecen la mayor parte del día. Hay de todo.
Algunos están altísimos como las nubes, y pareciera que miraran a los demás con desprecio, pero son los que logran que la vista sea panorámicamente increíble. Los otros, los bajitos, yacen un poco taciturnos – pués lo único que ofrecen es estar cerca de la calle, de los ruidos, del caos-. Sea como sea, esta estructura tiene el poder de invitar a que los ojos de uno miren hacia arriba.
En otro orden de las cosas, si nos remontamos a algunas historias de balcón, no existen dudas de que han sido testigos irrefutables de muertes como la del cómico Olmedo o la mujer del reconocido boxeador Monzón - ambas en Mar del Plata -. O cómplices de locuras, como el recordado salto afortunado de Charly García desde un noveno piso hacia una piscina de un hotel.
Antiguos o vanguardistas; pequeños, grandes o medianos; oscuros o iluminados; para alquilar o para comprar; de hierro, de madera o de vidrio. Hay algo que no puedo evitar: pensar quien los habita, cómo es esa persona, a qué se dedica. A veces intuyo que allí puede existir el órden o el caos, el amor o la soledad, la armonía o la locura, el placer por el detalle o el descuido absoluto, un espíritu joven y fresco o un alma sabia y experimentada.

lunes, 9 de mayo de 2011

"Ojalá que la espera no desgaste mis sueños"


El barrio es la fábrica de los sueños. Jugar y embarrarse, porque no importa, porque divierte. El viento que ya no penetra y la lluvia que ya no moja, estás feliz disfrutando el partido con los vecinos, haciendo tortas de barro, jugando a las escondidas, corriendo porque es tu naturaleza. Mejillas ruborizadas – quizás del ¿frío?-, nariz teñida de rojo como de payaso, los ojos brillantes de excitación, las manos heladas e inamovibles, el porrazo que ya no duele. El buzo gran suplente del pañuelo cuando los mocos empiezan a asomar, no hay nada que no tenga solución. Seguramente mamá se cansó de coserte las rodilleras de los pantalones que lucen pitucones de diversos motivos con cuadros, con flores, con autitos... las manchas en la ropa van dejando su marca registrada. Los perros de la cuadra, que acompañan cada momento y movimiento con ladridos, fieles a las aventuras. Son las nueve de la noche e increíblemente, sin ponerse de acuerdo, todas las madres abren las puertas de sus casas llamando al unísono a cada uno de sus hijos:“ya es tarde”, “te vas a enfermar”, “hace frío”, “tenés que bañarte”, “no hiciste la tarea”, “a dormir temprano”. Sabés que volver a casa después de haber vivido el recreo más lindo de todos es la tarea más difícil. Sabés que existen muchos mañanas. Sabés que la fábrica de los sueños cierra sus puertas a la noche, pero las abre todos los días a la misma hora en el mismo lugar.