miércoles, 22 de junio de 2011

Mi luna cautiva

Todo empezó cuando era chica, te descubrí entre paisanos en una patagónica pampa seca y me gustaste tanto que te robé un beso. Me sedujiste rápido, gordito y vestido en cuero. Siempre cambiás de pilcha: a veces usas metal, otras madera, algunas cerámica. Nuestro amor comenzó a ser correspondido cuando dejé mi relación con la mamadera. Llegaste para quedarte en mi mesa, en el piso, en la ruta, en la calle, en la escuela, en la facultad. Nos aventuramos en noches de estudio, tardes de amigos, mañanas tranquilas. Nos vemos a cualquier hora y en cualquier momento del año. Me gusta compartirte porque gracias a vos calmo los nervios, cuento mis miserias o alegrías. Tu interior es todo pureza y por eso te quiero cada día más. Cuanto más amargo, más dulce. Cuanto más lavado, más rico. Nómada y espiritual. Tenerte entre las manos es un ritual. Sos bello y natural porque te congenías con el agua, el fuego y la hierba. Los años pasan y con ello la unión es más fuerte, por eso hoy quiero confesarte que te amo hermoso y eterno mate.

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